La AGROINDUSTRIA debería ser la locomotora de las economías nacionales, regionales y locales de los países de América Latina.
Obtener cosechas productivas (entendiendo que la palabra productiva no se refiere a producir sino a ser productivo, o sea eficaz, de rendimientos satisfactorios) en el campo y transformarlas eficientemente en la industria para hacerla competitiva, es lo que dice la razón y el buen juicio que debemos hacer. Es decir, darle valor agregado a los productos convencionales del campo en todas las dimensiones que se conocen y que están por conocerse.
Para ello, poner en funcionamiento simultáneamente empresas que transformen residuos orgánicos en fertilizantes, extrusoras de plásticos para el agro; fábricas de tuberías, mangueras, goteros, aspersores y nebulizadores para sistemas de riego; industrias convertidoras de insumos o materias primas cosechadas en el campo (guadua, madera, pulpa de plátano y banano, cáscara de coco, etc.) para satisfacer la demanda de recipientes biodegradables, fábricas de pegantes con almidones de yuca, maíz y papa y otros vegetales. Solo para señalar algunos ejemplos.
Pepinillo envasado por la agroexportadora SNOB de Quito, Ecuador
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La productividad agropecuaria desempeña un papel fundamental en la competitividad del sector agroindustrial y la aplicación de Buenas Prácticas Agrícolas BPA y sistemas de certificación en tecnologías limpias son esenciales para la aceptación de los productos alimenticios en los mercados de consumo.
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